Un hombre rendido ante un contrincante se puede volver a levantar, uno rendido ante el conformismo queda postrado para siempre.

dilluns, 30 de gener del 2012

La novela picaresca

Una de las obras más importantes de la literatura castellana y de la historia de la novela europea fue el Lazarillo de Tormes. Esta obra, anónima, inauguró un subgénero novelesco que tendría un notable éxito, no sólo en España, sino también fuera de ella: era la "novela picaresca".
El Lazarillo, junto con el Quijote y La Celestina, constituyen la más importante aportación de la prosa castellana a la historia de la literatura universal. Un gran número de obras les seguirían hasta mediados del siglo XVII, aunque ya de calidad literaria muy desigual, pero que fueron en general del aprecio y disfrute de los lectores del Siglo de Oro.
La novela picaresca consiste en una narración autobiográfica, pero habitualmente ficticia. Está contada en primera persona. El protagonista-narrador es un personaje que vive en la marginalidad, próximo o introducido en la delincuencia, según los casos, pero la mayoría de las veces totalmente inmerso en ella.
La novela picaresca se desarrolla en episodios, en las cuales la vida del pícaro presenta distintas situaciones o etapas. A través de ellas se va descubriendo su realidad social, pero de forma cómica e incluso satírica a veces. Estas situaciones suelen estar conducidas por la miseria y el hambre, algo que resultaba real, tangible y extendido en la época, no sólo por toda la península Ibérica, sino también por el resto de Europa. Los lectores no se sentían ajenos a esas situaciones, pues las conocían e identificaban con el vivir de sus contemporáneos, de ahí que las narraciones, aunque ficticias, tuvieran un fuerte componente de credibilidad.
Originalmente la novela picaresca constituyó también una forma de protesta contra aquella sociedad española, cuyas máximas virtudes descansaban en el honor y la limpieza de sangre.
Escena picaresca de autor anónimo andaluz
Aparte de los señalados, las novelas picarescas tuvieron sin embargo pocos rasgos más en común. Así, la condición social de cada autor y las personalidades eran muy diferentes, e igualmente lo eran las intenciones de sus obras. Tales intenciones apenas coinciden en algo, por ejemplo, entre las del autor anónimo del Lazarillo --posiblemente un judío converso--, y las de Quevedo (Historia de la vida del Buscón llamado Don Pablos), o Mateo Alemán (El Guzmán de Alfarache).
En unos casos se utilizaba al pícaro para satirizar, burlar y criticar la sociedad en la que se desenvolvía; en otros constituía un medio moralizador y forma de expresar la moraleja, tras el escarmiento del pícaro por sus malas andanzas.

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